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miércoles, 14 de noviembre de 2012

Adiós al vampiro

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Ya lo dijo Alan Rickman durante un maratón de entrevistas en torno de Harry Potter: “A Robert Pattinson le ha sucedido con la sagaCrepúsculo algo que ha sobrepasado la imaginación de nadie. Y no le hubiera sucedido jamás con Cedric, su personaje en Harry Potter, siendo el mismo actor”

Y aunque el malogrado personaje de Cedric Diggory de Harry Potter y el cáliz de fuego (2005) no lo convirtió de inmediato en estrella, fue lo suficientemente notorio como para concederle el pasaporte a esa liga de pocos convidados.


Tres años después y con una serie de discretos proyectos, Pattinson blanqueaba la piel y afilaba los colmillos para encarnar a ese personaje-sombra que le perseguirá por siempre: el dubitativo y romántico Edward Cullen creado por Stephanie Meyers para la saga literaria Crepúsculo, que ya dio para cinco largometrajes y kilómetros de tinta perecedera.

A punto de bajarse de ese tren, el joven nacido en Londres (Barnes, 1986), intenta que la palidez del muerto/vivo no siga creciendo sobre su filmografía y cual salto al vacío -que no tanto la verdad-, se ha puesto al servicio de historias con mayor riesgo, a decir Bel Ami y Cosmópolis.

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La primera firmada por un par de debutantes -Nick Ormerod y Declan Donnellan-, sobre la novela de Guy de Maupa-ssant. La segunda, también de inspiración literaria, pero más descarnada aún en su discurso, firmada en el texto por Tom DeLillo y en la pantalla por un nada fácil realizador: David Cronenberg.

Bel Ami (que se estrena en Venezuela en el marco del Euroscopio) la ha digerido con facilidad, -aunque se trate del siglo XIX sigue siendo un chico deseado a rabiar por las féminas-; la segunda, la de Cronenberg, no ha conseguido describirla. Al menos no en Cannes.

Una y otra orbitan a su alrededor. Como corresponde a uno de los intérpretes que en los últimos dos años no ha dejado de figurar en la lista de los actores más rentables del cine, según Forbes. Y aún hay más. David Michod (Animal Kingdom) lo ha convocado para encabezar The Rover; James Marsh (Man on wire) para el thriller Hold on to me, y Jean-Stephane Sauvaire le ha pedido que interprete al hombre que dio caza a Sadam Husein en Mission: Blacklist. Por si esto fuera poco, Werner Herzog ya le ha sumado al elenco de Queen of the desert para que de vida a Sir Lawrence de Arabia.

Pattinson ha clavado sus colmillos en el cine. Si llega a tener más o menos éxito que el recibido como estrella adolescente, aún esta por verse. Pero si hay algo que ha perseguido a rabiar durante todo este tiempo de fama abrasadora es el éxito artístico. De allí su temperamento de alma atormentada que huye como la peste de los reflectores.

Cuando le preguntaron hace poco si estaba contento de que la saga Crepúsculollegara a su fin respondió con su usual parquedad: “De alguna forma”. Deslastrado ya de sus compromisos con la franquicia y con el privilegio de elegir a su antojo, sólo su talento le detiene.

“La gente me pregunta si tengo miedo de ser encasillado, pero no puedes tener miedo de ello. No es decisión tuya. Acepto papeles en los que no interpreto a un vampiro. No sé si la gente me aceptará en ellos, pero es algo de lo que no hay que tener miedo”.

Para muchos críticos, Pattinson es una estrella con fecha de caducidad. Para otros, especialmente después de Cronenberg, hay un futuro, y bueno, aguardando. La carrera de este joven intérprete no es muy distinta a la de Brad Pitt, o cualquier otro actor condenado por su físico y un éxito temprano y repentino. Pattinson parece decidido a encumbrarse en la fama desde otro lado. Aun cuando en el camino deba convertirse en imagen de la casa Dior o algo más. Después de todo, si Pitt pudo con Chanel, por qué no.

eluniversal

Gracias a DT


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